miércoles, 11 de septiembre de 2013

Tomorrow

     Y aquí estoy en este sábado y pensando en mañana. No, no estaré como José Luis Perales y su canción ‘Que pasará mañana’, pero sí pensaré en mañana, en ese aciago día que me cambió mucho más la manera de ver, de pensar y creo que hasta de sentir. Yo veré, Dios mediante, el amanecer de mañana. Me levantaré temprano, pondré Justin TV online y gracias a la generosidad de amigos de la familia que administran una radio y una página web en la tierra que me vió nacer, quizás hasta veré a mis padres, mi familia y la gente de mi pueblo. Dónde? Al otro lado del planeta, en ese pedazo de cielo llamado: Perú. Mañana domingo podré hacer muchas cosas, podré tomar un café caliente o podré sentir este frío que cala los huesos y podré hacerlo porque estoy viva así como usted. Sin embargo, habrá otros miles que no podrán hacerlo y cuyas familias llorarán externa o internamente por un hijo, un hermano, una madre, un padre, un novio, un amigo o un vecino. Muchos otros nos uniremos a su plegaria o simplemente respetaremos su silente dolor.

     Un día como mañana la oficina se cimbreó cual barco navegando en el mar por largos minutos, y un día como mañana estuvimos con el alma en vilo durante toda la noche. Pero como dice en el perfil de mi hermanita: “Nunca una noche ha vencido al amanecer y nunca un problema ha vencido la esperanza”. Sabias y alentadoras palabras que, sin ella saberlo, me dieron mucho valor para seguir en este país y compartir con la gente que aprecio esos momentos de pavor e incertidumbre cuando miles de extranjeros abandonaron este archipiélago que hoy me acoge. Nunca sabremos a ciencia cierta si mañana estaremos o no, por eso es importante el hoy y el ahora, el vivir a plenitud este día, con sus horas, minutos y segundos que Dios con su inmenso amor nos regala. Lo que sí es seguro, es que el mañana llegará contigo o sin tí, conmigo o sin mí. El mundo seguirá dando vueltas contigo o sin tí, conmigo o sin mí. Todo lo material que hayamos hecho o acumulado con esfuerzo (o sin esfuerzo en algunos casos) se quedará aquí y otros se beneficiarán de aquello por lo que quizás arriesgaste o diste tu vida. Tratemos de hacer cosas positivas hoy, para mañana puede ser tarde. 

     Pensemos en el mañana pero sin perder la noción del presente y recordando siempre a la gente que te alegró la vida cuando más lo necesitaste. La vida o el destino te pondrá en el camino lo que alguna vez soñaste o quizás hasta lo que no soñaste, pero sin apresuramientos, aunque sí con esfuerzo y mucha paciencia, tesón y buena voluntad. Creamos en que nuestro mayor tesoro no es el legado material que nos dejen nuestros padres sino su ejemplo de trabajo, y aunque no se tuviese ese buen ejemplo, las experiencias siempre sirven. Todo sirve en esta vida: lo bueno, lo malo, absolutamente todo. Sea como sea siempre habrá un mañana y mucha gente esperando por ese mañana fresco, despejado y con las páginas en blanco o en verde en el que usted escribirá lo mejor de sí. El mañana es esperanza y lo prefiero con páginas en verde y en donde escribir con letras de colores. Algunos se dirán y cómo se puede pensar así cuando la realidad actual es tan crítica y no hay trabajo seguro o se tiene un familiar enfermo. Lo único que puedo contestar es que, ni en el peor de los casos ni en las más terribles circunstancias, nunca hay que perder la fé y el optimismo. La fé mueve montañas, sólo téngala de corazón.

     Este post lo escribí a un año del devastador Gran Terremoto de la zona Oriental de Japón, el “tsunami” y el “Desastre Nuclear de Fukushima” ocurrido hace ya mas de dos años. Aún hoy ese recuerdo vive latente en mi memoria y en mi corazón. No hay palabras para expresar el impacto, la zozobra y el pánico que se siente en esos casos. A pesar de que no fuimos parte de la zona afectada, por la noche al regresar a casa escarapelaba la piel encontrar los supermercados semi-vacíos, las lluvias ácidas que dejaban charcos verde limón en el piso, el agua del caño también saliendo de color verduzco, las noticias en la televisión del congestionamiento de aeropuertos...y sin saber que pasaría al día siguiente...En momentos como esos sólo queda confiar en Dios. Aunque el temor es siempre latente, la vida sigue en este país. Por lo menos estamos vivos y por lo menos hay que comer, aunque tengamos que comer, a veces, verduras de la zona contaminada. Ahora que escribo, me viene a la mente la llamada de un amigo sudamericano que vive en Tokio avisándome que venía a la ciudad a refugiarse a la casa de una amiga en común y de aquí se iría a otro país cercano. Se le notaba desesperado y ni aquí en esta zona se sentía seguro.
 
     Es increíble como la gente es capaz de ofrendar la vida por su país. En las calles existía un mutismo absoluto. Nadie decía nada ni comentaba nada. Es decir, nadie exteriorizaba su temor; las charlas se realizaban en grupos pequeños o en las familias. El máximo representante del gobierno era criticado por dar una emotiva información a la prensa extranjera acerca del desastre;  es decir, por ser sincero. Hoy se ven las consecuencias de la lenta evacuación de la gente de los alrededores de Fukushima: niños con cáncer a la tiroides. Los que nos quedamos aquí fuimos los que habiendo nacido fuera hemos recibido mucho de este país; quizás mucho más de lo que nuestro propio país nos ha dado. No puedo juzgar las decisiones tomadas en ese entonces por las autoridades, ya que sé que el destino juzgará a quien se tenga que juzgar. Y ese día, ese mañana llegará. contigo o sin tí, conmigo o sin mí.