lunes, 13 de enero de 2014

Las dos caras

     Hoy también ha sido dia festivo, pero fuí a mi “work” porque éste es un mes que parecen dos juntos. Ayer -día laborable- fuí de “business trip” a un “meeting” (reunión de trabajo no de protesta) en una ciudad situada al norte de aquí llamada Toyama. En esa fría reunión de trabajo estuve muy lejos de hablar de mi río, de mis flores, de mi cielo…un mundo completamente diferente. Un mundo frío en el que los sentimientos o emociones sólo son usados para manipularlos y obtener beneficios. Un mundo en el que se apelan a los sentimientos para vender algo o invertir en algo que reditúe en ganancias y donde sólo lo que produce dinero adquiere valor. En fín, áreas en las que uno se introduce, a veces, fortuitamente. Ahí estuve, aprendiendo de los que dominan esa fría tarea de “producir dinero”. No es mi trabajo -en todo caso preferiría “producir” o formar personas- pero asistí ya que en este mundo tan competitivo y globalizado hay que saber un poco de todo y todo lo que se aprende, aunque no se aplique, puede ser útil en algun momento o por lo menos ayudarnos a entender más sobre nuestra mayor empresa: vivir.

     Pero lo mejor del día de ayer ocurrió al empezar la mañana y se lo cuento, aún corriendo el riesgo de que piensen que aluciné o que soñé. Bueno, ésta es la cara brillante de la luna -así como la de esta noche- la más hermosa, la más pura, la más significativa (por lo menos para mí). Bien, me levanté temprano, tomé rápidamente un café y llamé al servicio de taxi de siempre. Sí, al de siempre porque con sólo llamar y al ver el número que sale registrado ya saben quien es el cliente y sólo preguntan '¿en su casa o dónde'?. Llegó, tocó el timbre, dijo que estaba esperando a través del interphone, y se retiró. Salí raudamente, casi no llovía, así que el taxista estaba sentado dentro acomodándose el cabello mientras se miraba en el espejo -si llovía estaría afuera esperando con un paraguas- y me acerqué hasta que me vio. Abrió desde dentro la puerta automática mientras se disculpaba como pescado en falta, subí y le dije que me llevase a la estación principal de trenes. No tuve tiempo de hablar ni nada porque iba revisando que nada me falte. Cuando terminé ya estábamos en la estación.

     Llegué al andén y buscaba el número de vagón cuando una voz desconocida me preguntó en japonés (lo raro sería que me hablasen en español): ‘¿Busca el Hakutaka?’. Volteé y era una señora bastante mayor que estaba sentada en uno de los asientos del andén que a esa hora de la mañaba estaba casi desierto. ‘Sí’ -le contesté sonriendo y me senté en el asiento de al lado después de comprobar que estaba en el lugar que me correspondía. ‘¿Qué número de vagón es?’ -me volvió a preguntar. ‘Tres, y ¿el suyo?’ -le dije. ‘Uno, allá he dejado mis cosas’ -respondió señalando pero no llegué a ver nada. Y como disculpándose por abordarme de esa manera me dijo que ella siempre era así de espontánea (sociable) a lo cual sonreí. ‘No es japonesa, ¿no?’ -agregó. ‘No’ -le respondí. ‘¿Cuánto tiempo lleva en la ciudad?’ -dijo tratando de ser amigable. Se lo dije y ella siguió diciendo: ‘Siento admiración por la gente que vive fuera de su país porque yo nunca he salido de aquí. Es cuestión de voluntad, ¿no?’ -preguntó. ‘Sí, así es…gracias, pero no tiene nada de admirable’ -le respondí, y le pregunté hasta dónde iba. Me dijo que iba a Saitama a una hora de Tokio. ‘Pero, ¿por esta ruta?’ -le dije. ‘No sé, mi sobrino me ha comprado los pasajes’ -respondió mostrándomelos. Sonreí pensando en que con ese carácter tan jovial y agradable cualquiera le ayudaría en el camino si tuviese algun problema ya que por esta ruta el tramo era mucho mas largo que por la ruta normal. Luego, como pecada en falta, dijo: ‘Yo nunca me preocupo demasiado de las cosas. Lo que ha de suceder, sucederá…..además voy de paseo’ -agregó como diciendo que si se le pasaba un tren no habría problema ya que no tenía prisa. Y siguió diciendo: ‘A mí con comer 'bisteck' me basta, aunque no lo como todos los días’ -dijo riendo al tiempo que añadía: ‘Vivo el día a día con alegría y sin hacerme problemas’. Yo la escuchaba atentamente ya que me había caído muy simpática por su forma de ser, y esa intempestiva conversación esperando en el andén me estaba llenando el corazón de sensaciones hermosas, de gratitud, de cariño, de admiración a una señora mayor que me hacía recordar a mi abuelita y que hasta hacía diez minutos antes ni siquiera conocía. Me alegré de estar ahí en ese instante y de coincidir con ese tierno personaje tan pleno de vida y que me inspiraba tanta ternura. ‘Tiene usted unas ideas muy filosóficas, una manera maravillosa de ver la vida y sentimientos muy hermosos’ -le dije sin contener mi admiración. ‘Es la mejor manera para vivir en paz’ -me dijo. Y en eso los altavoces anunciaron la llegada de un tren. ‘¿Es ése?’ -me preguntó. ‘Sí, creo que sí’ -le dije viendo el reloj ya que por estar hablando con ella no presté mucha atención al altavoz. Ella se paró y rápidamente empezó a despedirse muy amablemente…Llegó el tren y leí que era el nuestro. ‘Sí es’ -le dije, y ella giró rápidamente en dirección a su vagón corriendo mientras decía: ‘Ogenkide’ (Buena suerte) entre otras frases más…..Entonces, ví sorprendida que luego de correr varios metros volvió sobre sus pasos y mirándome cariñosamente me extendió las manos y tomó las mías con calidez pero con suavidad mientras me hacía la venia repetidamente…hermoso gesto al que yo también respondí emocionada…y se alejó corriendo nuevamente a subir a su vagón mientras yo hacía lo mismo en dirección opuesta.

     Ya sentada en el tren seguía evocando esa hermosa escena y la plática con la señora no se me borraba de la mente. Sin duda, una valiosa conversación y una lección de vida que me iluminó la mañana. Era la segunda vez que una persona mayor me tomaba así las manos. La primera vez fue en Osaka dentro del subterráneo, pero esa es otra historia. Creo que se va haciendo costumbre en las personas perder la formalidad en ciertas ocasiones cuando quieren expresar mucho más y lo demuestran tomando las manos… El tomar las manos en nuestros países es muy normal, sin embargo, aquí, no lo es…y en verdad se siente muy bonito al ser tomado de las manos o recibir las palmaditas en la espalda....y mucho más un abrazo. Recibir este regalo al empezar la mañana sin hacer nada por merecerlo me hizo el día. Algo más para agradecer el día de ayer. Y así, me moví entre los dos lados de la luna: el lado ensombrecido y el lado brillante. Situaciones como las que les cuento son para recordar siempre, son como energía condensada que en su momento oportuno se dispersa y nos dá fuerza para seguir en la brega. Hoy soy más feliz que ayer y menos que mañana. Este es un post del 20 de septiembre del 2010, y lo recordé hoy a inicios del 2014 porque en este día feriado o festivo por el 'Dia del adulto' lo he pasado lindísimo con mi familia japonesa o 'host family' y sus amistades. Una reunión plácida, cordial, amena, plena de sonrisas y risas, y que terminó también con despedidas con venias y tomándonos las manos. Cuántas cosas podemos cambiar en las personas y en nosotros mismos cuando somos nosotros mismos, cuando nos olvidamos de formalidades y pasimonias, cuando dejamos que el corazón se manifieste. Mi familia de corazón está feliz y yo también. Hace frio, pero quién siente frio cuando la tibieza sale del corazon a través de una sonrisa. Hablemos siempre con los abuelitos y niños que encontremos en nuestro camino. Y usted, ya sonrió hoy?

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