domingo, 2 de marzo de 2014

White Day o Dia blanco

     No, hoy no ha sido día festivo. Quizás eso sugiere el título pero ha sido un día laborable no un “día en blanco” o sin hacer nada. Lo de “día blanco” quizás sí pueda ser por lo blanca que ha quedado la ciudad después de la nevada durante todo el día. Indudablemente ha sido un día frío. La temperatura no ha subido a más de 3 ℃ durante el día. A veces me pregunto cómo el ser humano puede soportar temperaturas extremas, y en verdad, no me queda más que agradecer a esta maravillosa máquina que es el cuerpo humano por esa capacidad que tiene de regular nuestra temperatura corporal para no sucumbir ante el intenso frío. A estas alturas ya debería estar acostumbrada al crudo invierno de Japón, pero, como ven, no es así. Sigo sintiendo tanto o más frío que cuando llegué por primera vez aquí.  Los japoneses llaman a estos días de marzo “sankanshion (三寒四温)”, que quiere decir tres (san) días fríos (kan) y cuatro (shi) cálidos (on). Entonces, habrá que soportar los dos días más que faltan y esperar con paciencia los cuatro más que vienen. 

     Bueno, pero al ver todo blanco recordé que ya se acerca el “Día Blanco” o “White Day”. Esta es una fecha especial originada o inventada aquí -según mis amistades- hace unos 30 años.  Se preguntarán, y ¿qué se celebra? Pues bien, absolveré su curiosidad. Todo empieza el “Día de San Valentín”. Ese día que nosotros conocemos como el “Día de los Enamorados” o el “Día de la Amistad”, aquí tiene un significado algo diferente. Yo le llamaría el día de la entrega de chocolates. ¿Por qué? Porque las chicas de todas las edades se los dan a los chicos. Bien, me dirán, y ¿qué tiene eso de raro? Lo sé, visto así, casi nada, pero aquí dar chocolates en San Valentín tiene un significado especial. No se trata de cualquier chocolate, no. Esos chocolates que las chicas preparan (algunas asisten a cursos especiales para hacerlos o leen las recetas de los libros para preparar los más sofisticados) o compran en los “depatos” (grandes almacenes) que para esos días tienen un amplio espacio colmado de chocolates de todos los tipos, colores, precios y sabores(?) encierran un mensaje que viene a ser la declaración de amor de ellas a ellos. Así, con suerte el chico recibirá los chocolates esperados de la chica de sus sueños o sin suerte los recibirá de la chica que menos le gusta. Cosas del destino! Debo agregar que también se estila dar chocolates a los jefes o a los que ayudan en el trabajo cotidiano como muestra de agradecimiento (esos son los graciosamente llamados “girichocos”, giri significa algo asi como obligación), y también recientemente están de moda los chocolates para los amigos y hasta amigas o “tomochocos” que son, digamos, menos populares, pero se dan. En general, en este archipiélago los chocolates ayudan a las niñas a confesar su amor. Es como decir: “kimigasukidesu” o “me gustas”. Tierno, ¿verdad?

     Bien, como sabemos una confesión de amor tiene que tener una respuesta, ¿verdad? Pues bien, para eso los ingeniosos comerciantes japoneses crearon otro día especial en el que ellos puedan darla. Ese día es el denominado “White Day”. Por lo tanto, el próximo 14 de marzo, ellos tendrán que elegir entre todas las chicas o, mejor dicho, entre todos los chocolates. Menudo dolor de cabeza si alguno de ellos recibió más de una caja de chocolates, ¿no? Ya se imaginarán con que ansias esperan las niñas (y no tan niñas) este día en que sabrán si su amor es correspondido o no. Paralelamente, en el trabajo las personas que dieron a sus jefes los “girichocos” también recibirán de ellos, como gentil devolución, riquísimos dulces o quizás hermosas cajas de chocolates.

     Por lo pronto, yo me quedo con mi día blanco, pero blanco por la nieve. En verdad, la ciudad se ve hermosa con los tejados blancos. Me gusta la nieve, pero me gusta más cuando estoy dentro de mi casita con la calefacción encendida y mi café con leche viéndola caer a través de la ventana. En verdad se siente mucha paz al ver caer la nieve, y es interesante ver la forma de los cristales porque no todos son iguales.

     Esto lo escribí hace tres inviernos y casi nada ha cambiado en las costumbres, aunque este año hasta el momento ha caído poca nieve en esta zona que suele ser una de las más frías. Este año ha nevado más en zonas donde no suele nevar tanto. Bueno o malo, no sé, pero lo que sí sé es que falta menos de un mes para que se termine el invierno, aunque según el calendario antiguo estamos ya en primavera porque los árboles de “ume” y "momo" empiezan ya a florecer por la parte sur del país que es la más cálida. ¡Ah! Pero hay algo que también se celebra en estos días. Sí, justamente mañana es el “Hinamatsuri” o "Dia de las Niñas". Y ¿qué es eso? Bueno, es otra tradición japonesa que se celebra el 3 de marzo. Se pone un altar con muñequitos y muñequitas que representan a un emperador, emperatriz, etc., y ¿con qué finalidad? Con la finalidad de que las hijas hagan un buen matrimonio. Pero eso sí, eso se debe poner sólo hasta el 3 de marzo y guardarse inmediatamente porque si no, la hija se quedará soltera. Y ¿cómo es ese arreglo? Aquí pongo unas fotos que tomé ayer. ¡Ah! Pero también hay una época en la que se pide por un buen matrimonio o porvenir para el hijo varón. Sí, sí, pero eso se lo contaré en el siguiente post.
 
 
Fotos:
 
 
 

 
 
 
 
 

sábado, 8 de febrero de 2014

A letter from the Heaven

     Hoy estamos en “renkyu” o días feriados consecutivos. Así que como tengo un poco más de tiempo que otros días quiero compartir estas líneas con ustedes mis apreciados lectores. Esta es una historia real ocurrida en una zona de montaña al norte de este país. Era una familia campesina felíz y tenían un sólo hijo a quien llamaré Taro-kun. El niño tenía 12 años, era cariñoso, tranquilo y tímido. Su padre, un hombre fuerte y estricto, siempre salía con otros vecinos a cazar o ahuyentar osos que suelen azotar esa región. Taro-kun, casi todos los días, después de la escuela, subía a una colina cercana a disfrutar de su afición: pintar. Para eso tenía que pasar por un sendero en medio del bosque en el que habían carteles de aviso de peligro contra los osos, y siempre concentrado en su pintura le llegaba la tarde.

     Su padre soñaba con salir algun día con él a cazar osos pero el niño era muy temeroso, y esto preocupaba al padre y al mismo Taro-kun. Un día su padre llegó a casa trayendo una caja y poniéndola delante del niño le dijo que la abriera. El niño sorprendido vio que la caja se movía, la abrió temerosamente y aparecieron en ella dos tiernos perritos de color negro. El se alegró muchísimo al verlos y le preguntó tímidamente a su padre si se iban a quedar en casa, a lo cual él respondió que sí. Lleno de júbilo les llamó: ‘Koro’ y ‘Kuro’ (kuro significa color negro en japonés). Esos perritos le hacían compañia al solitario Taro-kun y se iba con ellos a la colina a pintar el hermoso paisaje que tanto disfrutaba.
     Un día le llegó el atardecer sin darse cuenta y temerosamente bajaba por el mismo sendero de siempre acompañado de sus fieles, ‘Koro’ y ‘Kuro’. Las garras de la noche poco a poco oscurecían el camino y estaba por pasar por el lugar más peligroso de la zona donde se encontraban los avisos. Pasaba por ahí cuando de pronto sintió un ruido entre la maleza en medio de la oscuridad y pegó un grito de susto al ver salir de entre las sombras una silueta grande. Era su padre que hacía ronda por el bosque junto con sus vecinos y al verlo le quiso dar un pequeño susto para hacerlo más fuerte. En broma le dijo que les acompañase, el niño se negó y volvió asustadísimo a su casa.
 
     Así pasaron los días del tímido Taro-kun, hasta que un día en los pasillos de la escuela vio un anuncio en el que buscaban participantes para un concurso de pintura para niños de la UNESCO. Tomó uno de los anuncios y llegó corriendo muy entusiasmado a su casa. Buscó a su madre en la cocina y mostrándoselo le dijo que él ganaría el primer puesto y que si ganaba iba a……Su madre, intrigada, le preguntó qué iba a hacer con el premio si lo ganaba y el tierno niño le respondió que mejor lo guardaba como algo secreto. Su madre sonrió y continuó con sus labores. Desde ese día Taro-kun salía todos los días con mucho más ánimo a la colina a pintar hasta que finalizó su obra y la envió al concurso.
 
     Transcurrió el tiempo y una mañana al salir a la escuela los perritos que ya habían crecido se mostraban extrañamente nerviosos y ladraban mucho. Se les notaba desesperados y jalaban la cuerda que los ataba. Taro-kun se acercó a despedirse de ellos como hacía todos los días y le llamó la atención que no cesaran de ladrar. Los perros parecían presagiar algo. El niño se fue a la escuela sin presentir que ese día en el camino le esperaba la fatalidad. Poco después de salir de casa, su madre recibió una llamada con la triste noticia de un accidente y salió corriendo al hospital, pero ya el tierno y dulce Taro-kun había partido al Cielo. Esto sumió en el más profundo dolor y abatimiento a sus padres y los perros extrañaron la presencia de su pequeño amigo. El padre lamentaba el no haber podido realizar su sueño de salir a cazar osos con Taro-kun.
 
     Pasó un tiempo y una mañana llegó un sobre dirigido a Taro-kun. Era el resultado del concurso de pintura en el que decía que había ganado el primer puesto. Los padres al ver esto empezaron a llorar desconsoladamente y entonces su madre recordó que Taro-kun cuando estaba más pequeño y veían en la televisión la Torre de Tokio le había oído decir a ella que nunca había estado en la capital, y él, inocentemente, le había dicho que algun día la llevaría. Y ése era, precisamente, el deseo secreto que quería cumplirle Taro-kun a su madre al participar en el concurso: llevarla a conocer Tokio porque es ahí donde se realiza la entrega de premios. Taro-kun cumplió su promesa infantil aún desde el Cielo. Los padres viajaron a Tokio y tenían especial interés en ver lo que había pintado su hijo ya que ellos no lo habían visto. Después de buscar entre todos los trabajos de otros niños encontraron el de su querido hijo. Entonces, emocionados y sorprendidos vieron que Taro-kun se había pintado a sí mismo ya grande, cazando osos al lado de su padre y acompañado de ‘Koro’ y ‘Kuro’ –en el dibujo ya grandes y feroces- en el bosque.

     Si esta conmovedora historia, lamentablemente, real le movió el corazón como a mí cuando la ví en la televisión japonesa, déle un gran abrazo a sus hijos o a sus hermanos menores o a quien tenga a su lado porque la vida pende de un hilo y se puede truncar en cualquier momento. Dé amor y protección a quienes le rodean, pero ahora porque para mañana puede ser tarde.
 
     *Post publicado el 20 de septiembre del 2010 en RK, pero ahora ya con acentos y signos. Gracias a los lectores de ese entonces que disculpaban la falta de signos, etc. Y si hay alguna diferencia con la version original emitida en japonés es por que lo redacté sólo de memoria.

domingo, 26 de enero de 2014

Hiroshima Peace Park

     Esta mañana como todos los años se hizo el minuto de silencio por los muertos causados por la bomba atómica de Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial. Hacer ese minuto de silencio orando por tantas vidas perdidas -dicen que 120 000 aunque las cifras varían- hace estremecer el corazón a cualquiera que tenga un poquito de sentimientos. Sí, es parte del pasado, es parte de la historia, no nos afecta a nosotros, pero si nos ponemos en el lugar de esas vidas humanas que pasaron por esos momentos tan terribles, dolorosos y trágicos, se nos escarapelará la piel. Claro que Japón sabía que estaba en época de guerra y que los bombardeos eran el pan de cada día -antes de tirar la bomba ya habían habido más de 140 bombardeos- y la gente común vivía siempre en estado de alerta e incertidumbre. En los pueblos, generalmente, habían mujeres, profesionales, personas de edad avanzada y niños porque la mayoría de jóvenes en edad militar y personas de edad mediana estaban destacados en algún lugar.

     Según cuentan los libros y según me han contado algunas personas que vivieron en esa época, inclusive la ciudad en la que vivo ahora fue una de las bombardeadas y cuando empezaba su reconstrucción al terminar la guerra, para su mala suerte, a los pocos años se vio afectada por uno de los más grandes terremotos que ha sufrido esta isla. Dos desastres consecutivos: uno causado por la mano del hombre y otro por la naturaleza. Es por eso que la avenida principal -ancha y contrastante con otras más estrechas debido a que como todo quedó destruído aprovecharon para ampliarla- se llama Avenida Phoenix porque esta ciudad ha renacido de sus cenizas y resurgido después del bombardeo y del gran terremoto.
 

     Volviendo a Hiroshima, en días como éstos, uno se pone a pensar en el significado de la guerra y de la paz. Justamente, una de mis motivaciones para venir aquí fue el tratar de saber cómo esta nación ha podido resurgir después de pasar por un acontecimiento tan horroroso como ese y convertirse con el paso de los años en una potencia científica y tecnológica mundial, pero no sólo eso, sino también en una de las más civilizadas del mundo. Es así que uno de mis primeros viajes en este país fue, como ya se imaginarán, a las ciudades sureñas de Hiroshima y Nagasaki. Hoy sólo les hablaré de mis impresiones en Hiroshima. El estar ante los restos de esa iglesia que muchos han de haber visto en postales o revistas, observar los escombros, sentir ese ambiente, sumergirse en ese espacio, para mí, sagrado, por el significado que tiene, es, en verdad, conmovedor. Caminar por el Parque de la Paz y a lo largo de ese río al cual muchos se lanzaron tratando de huir de los incendios o de mitigar sus dolores o refrescar sus heridas, transportarse a esos aciagos momentos y sentir lo que ellos sintieron es en verdad doloroso. Sentarse frente a ese río y buscar un por qué, hurgar en lo mas recóndito de uno mismo y no encontrar una respuesta ante semejante acción deja una sensación de impotencia. Los verdes árboles me hacen pensar en que mientras hay vida hay esperanza, que en ese lugar donde muchos sucumbieron aún florecen seres humanos que entendieron, aunque un poco tarde, que la guerra no es el mejor camino y que no conduce a nada.
 
     Los que salieron derrotados lo entendieron, pero los que ganaron continúan aún con su carrera armamentista. ¿Cuántas Hiroshimas faltarán por existir? Claro, hoy ya no es una bomba si no son armas bélicas más sofisticadas. Sin ir muy lejos, un país vecino a veces nos sorprende con misiles que cruzan el cielo japonés. La inteligencia humana está siendo utilizada para fabricar armas y dominar a otros humanos, para adquirir un poder ilimitado cuando en realidad deberíamos de usarla para fabricar medicinas contra enfermedades tan mortales como el cáncer, para combatir tantas enfermedades infecciosas y otras de origen aún desconocido, para forestar desiertos y asegurar la supervivencia humana, para mejorar la calidad de vida de tanta gente que vive en condiciones infrahumanas. Caminar por el Parque de la Paz de Hiroshima me marcó. Ver la estatua de la niña que murió después de la guerra en un hospital adornada con tantas cadenetas de “origamis” hechos en papeles japoneses de colores -aquí el hacer figuras en papel es una manera de orar por la salud o recuperación de un enfermo- que a ella lamentablemente no la ayudaron es algo desolador. Llegar a orar donde se encuentra la antorcha de la paz que nunca se apaga y orar por el descanso de las almas es un momento de reflexión que perdura en el corazón por siempre. El entrar al Museo que está a unos metros y ver los horrores de la guerra en fotos o en la ropa de los caídos o ver la réplica de “Little boy” (así se llamaba la bomba) es revivir esa pesadilla. Es ponerse una vez más en el lugar de esas personas que un día como hoy de ardiente verano no pensaron que era la última mañana que sus ojos verían este hermoso cielo azul con nubes blancas y que en cuestión de segundos pasarían a ese mundo intangible y etéreo desde donde espero que sigan iluminando a esta nación para que no cambien sus tres principios de 'no producir, no poseer y no autorizar armamento nuclear', y que sigan siendo un país pacífico y pacifista, y a la vez, sensibilizen los corazones de quienes mal-utilizan el conocimiento científico que mentes brillantes crean. Las nuevas generaciones y los que no vivieron en carne propia esta atroz experiencia deben ser también concientizados en este sentido.
 
     El físico Albert Einstein, después de ver lo que causaron las bombas, reflexionó y dijo:
 “Si hubiera sabido esto, me habría dedicado a la relojería”.
Y también dijo: “No sé cómo será la III Guerra Mundial, pero sí la IV: con piedras y palos”.
Y además: “El mundo no está amenazado por las malas personas sino por aquellos que permiten la maldad”.

     Particularmente pienso que mientras el ser humano no gane su propia guerra interna y encuentre la paz interior, no desaparecerán las guerras de la faz de la Tierra. Vivir en paz debe ser el ideal que mueva a los pueblos, debe ser el sueño a perseguir, debe ser la bandera blanca que llevemos en el corazón. Por los niños de ahora, por los niños que vendrán si se lo permiten, por este hermoso hogar que es nuestra Tierra, por ese cielo azul que podemos ver cada mañana, por eso y por mucho más: pensemos en construír no en destruír.

     Este fue un post publicado el 6 de agosto del 2010, ahora con pequeñas modificaciones y correcciones de acentos y signos. Las interacciones con las excelentes personas en ese entonces era mi mayor impulso para escribir, y juntos reflexionamos sobre el tema. Incluyo un extracto de algunas sin mencionar los nombres.

Respuestas a “Hiroshima”

X-1 dice:
6 Agosto, 2010 a las 3:21 pm

Tremendo y cruel tema el dia de hoy... 
Son 65 años...pocos sobrevivientes ha de haber que vivieron ese horror!
No concibo que en una mente..(la de Truman) se haya podido gestar la decisión de hacer tanto mal en unos segundos!
Toda guerra ha sido motivada por la ambición y la maldad...nunca he justificado que exista una razón suficiente para emprenderla.
En una guerra no importando el vencedor...todos pierden!
Mantengamos la esperanza de que algun día...reinará la paz en todo el mundo...que las mentes brillantes y sus creaciones sean para hacer un mundo mejor, que florezcan los campos de batalla, y que las armas..sean como esa réplica de Little Boy...auténticas piezas de museo que recuerden que el ser humano alguna vez fue imperfecto....

X-2 dice:
6 Agosto, 2010 a las 3:42 pm
Antes que nada, mi solidaridad con todos los superviventes de esa hecatombe, porque tuve la oportunidad de ver un especial periodístico acá en mi país y me quedé perpleja al escuchar a un adulto japonés decir que no guardaba rencor a los que le arrebataron la vida a sus padres, hermanos, es decir a casi toda su familia y él debía de vivir por siempre con las secuelas en su propio cuerpo,me pareció un ejemplo vivo de lo digno que se puede ser perdonando al enemigo, además imagino que los responsables de tan fatal decisión, viven o habrán vivido cada segundo de sus días con el remordimiento del daño irreparable que causaron. Pero, a pesar de todo, es admirable lo que los japoneses hicieron después, levantarse de sus cenizas y llegar a ser lo que son hoy, una potencia mundial y están siempre a la vanguardia de la tecnología.

X-3 dice:
6 Agosto, 2010 a las 7:27 pm
Me auno a los sentimientos de reflexión, de dolor, de indignación y de deseo por la paz que nos provoca en todos los recuerdos de Hiroshima, además como maestra trato de educar a mis alumnos para que puedan y quieran vivir en un ambiente de paz, reiterando siempre que el ser pacifista, el evitar una confrontación, no es sinónimo de cobardía como algunos piensan, para ellos es complicado entender eso.
Pero sabes pienso que mientras exista el ser humano existirán guerras, porque el ser humano tiene siempre en su esencia la maldad, muchos la derrotan pero una gran mayoría lo tiene en sí mismo, desde el momento en que alguien se cree superior a otro, en que alguien quiere ser más que los demás está empezando una guerra, y paradojas de la vida, nuestro modo actual de vivir es una guerra diaria contra el tiempo, contra tus colegas, en que tienes que ser superior en el trabajo, en tu carrera, en todo.
Pero es bien cierto un pensamiento asiático, del arte de la guerra creo, no hay mejor guerra que la que se gana sin haberla empezado.
Y la disculpa de algunos para seguir el armamentismo que si quieres tener la paz prepárate para la guerra..Desde aqui rezare por que no vuelvan a repetirse jamas todos los horrores de una guerra asi, y seguire decepcionada de mi raza humana, que por su ambicion destruye vidas, destruye el mundo, con el consuelo y la esperanza de que existen algunos humanos diferentes que tratan de ayudar al mundo y mantener la paz.

Bengoshi dice:
7 Agosto, 2010 a las 2:10 am
Hola, X-1! 
Hay gente que pasa a la historia por sus buenas acciones y otras que pasan por lo contrario. Unos luchan por preservar la vida -como la Beata Madre Teresa de Calcula- y otros buscan los medios para destruirla. Lamentablemente cuando se den cuenta de que van por el camino incorrecto sera demasiado tarde…y los pocos que queden -si es que quedan- pelearan con palos y piedras como dijo Einstein. Y lo que crean los cientificos no es malo…lo malo es la aplicacion que se le da…Y muy cierto, en una guerra todos los que pelean pierden (los que ganan son los fabricantes de armas)…A seguir reflexionando…y que los duen~os el mundo se unan para parar el armamentismo…no para fomentarlo! A seguir en la lucha diaria, pero contra la desidia, la flojera, la ambicion desmedida, la lujuria, la gula, la perdida de valores..y cuantas cosas que si valdria la pena desterrar…

Bengoshi dice:
7 Agosto, 2010 a las 2:20 am
Hola, X-2! 
Veo que alla tambien han pasado documentales sobre las secuelas de la guerra, especialmente sobre los supervivientes. Perdonar es un acto humano…y hace mas grande al que perdona…despues de tantos an~os imagino que muchos han de haberse resignado a perder a un ser querido…ademas morir con la conciencia limpia creo que es lo mejor..y eso solo se puede conseguir perdonando…

Bengoshi dice:
7 Agosto, 2010 a las 2:33 am
Hola, X-3! 
Si, recuerdo ese pensamiento: “No hay mejor guerra que la que no se hace”….dando a entender que lo mejor es hablar y discutir para llegar a un acuerdo antes de empezar una guerra con tantas consecuencias fatales….Pero como sabras los que ordenan no estan en el frente de batalla…simplemente ordenan desde sus comodos asientos…Espero que ese pensamiento se difunda mas y mas….aunque pasara mucho pero mucho tiempo para que lleguemos a tal grado de civilizacion….Por otro lado, no hay que confundir con otro pensamiento parecido que dice: “No hay peor lucha que la que no se hace”…en este caso, se habla de no rendirse solamente al ver que algo parece dificil…en este caso se trata de intentar…de tratar de hacer algo….este es un pensamiento para arengar a hacer posible lo que se cree imposible…Muchos no se dan cuenta de sus capacidades porque no intentan….Y muy de acuerdo contigo, vivimos en muchas guerras…Pero como ya te dije antes…trata de ensen~arle a tus alumnitos a ser cada dia mas humanos pero sin perder su dignidad….y partiendo desde el punto de vista que dignidad es diferente a orgullo….Que sean dignos representantes del pais y orgullosos de su pais, de su historia, de su familia….Vamos a seguir en la brega …Tienes un noble trabajo en tus manos! 
=.=.=.=
 
Gracias a estos tres EXCEPCIONALES comentaristas...Momentos inolvidables que compartimos juntos...y que se repetiran porque mientras hay vida hay esperanza.

lunes, 13 de enero de 2014

Las dos caras

     Hoy también ha sido dia festivo, pero fuí a mi “work” porque éste es un mes que parecen dos juntos. Ayer -día laborable- fuí de “business trip” a un “meeting” (reunión de trabajo no de protesta) en una ciudad situada al norte de aquí llamada Toyama. En esa fría reunión de trabajo estuve muy lejos de hablar de mi río, de mis flores, de mi cielo…un mundo completamente diferente. Un mundo frío en el que los sentimientos o emociones sólo son usados para manipularlos y obtener beneficios. Un mundo en el que se apelan a los sentimientos para vender algo o invertir en algo que reditúe en ganancias y donde sólo lo que produce dinero adquiere valor. En fín, áreas en las que uno se introduce, a veces, fortuitamente. Ahí estuve, aprendiendo de los que dominan esa fría tarea de “producir dinero”. No es mi trabajo -en todo caso preferiría “producir” o formar personas- pero asistí ya que en este mundo tan competitivo y globalizado hay que saber un poco de todo y todo lo que se aprende, aunque no se aplique, puede ser útil en algun momento o por lo menos ayudarnos a entender más sobre nuestra mayor empresa: vivir.

     Pero lo mejor del día de ayer ocurrió al empezar la mañana y se lo cuento, aún corriendo el riesgo de que piensen que aluciné o que soñé. Bueno, ésta es la cara brillante de la luna -así como la de esta noche- la más hermosa, la más pura, la más significativa (por lo menos para mí). Bien, me levanté temprano, tomé rápidamente un café y llamé al servicio de taxi de siempre. Sí, al de siempre porque con sólo llamar y al ver el número que sale registrado ya saben quien es el cliente y sólo preguntan '¿en su casa o dónde'?. Llegó, tocó el timbre, dijo que estaba esperando a través del interphone, y se retiró. Salí raudamente, casi no llovía, así que el taxista estaba sentado dentro acomodándose el cabello mientras se miraba en el espejo -si llovía estaría afuera esperando con un paraguas- y me acerqué hasta que me vio. Abrió desde dentro la puerta automática mientras se disculpaba como pescado en falta, subí y le dije que me llevase a la estación principal de trenes. No tuve tiempo de hablar ni nada porque iba revisando que nada me falte. Cuando terminé ya estábamos en la estación.

     Llegué al andén y buscaba el número de vagón cuando una voz desconocida me preguntó en japonés (lo raro sería que me hablasen en español): ‘¿Busca el Hakutaka?’. Volteé y era una señora bastante mayor que estaba sentada en uno de los asientos del andén que a esa hora de la mañaba estaba casi desierto. ‘Sí’ -le contesté sonriendo y me senté en el asiento de al lado después de comprobar que estaba en el lugar que me correspondía. ‘¿Qué número de vagón es?’ -me volvió a preguntar. ‘Tres, y ¿el suyo?’ -le dije. ‘Uno, allá he dejado mis cosas’ -respondió señalando pero no llegué a ver nada. Y como disculpándose por abordarme de esa manera me dijo que ella siempre era así de espontánea (sociable) a lo cual sonreí. ‘No es japonesa, ¿no?’ -agregó. ‘No’ -le respondí. ‘¿Cuánto tiempo lleva en la ciudad?’ -dijo tratando de ser amigable. Se lo dije y ella siguió diciendo: ‘Siento admiración por la gente que vive fuera de su país porque yo nunca he salido de aquí. Es cuestión de voluntad, ¿no?’ -preguntó. ‘Sí, así es…gracias, pero no tiene nada de admirable’ -le respondí, y le pregunté hasta dónde iba. Me dijo que iba a Saitama a una hora de Tokio. ‘Pero, ¿por esta ruta?’ -le dije. ‘No sé, mi sobrino me ha comprado los pasajes’ -respondió mostrándomelos. Sonreí pensando en que con ese carácter tan jovial y agradable cualquiera le ayudaría en el camino si tuviese algun problema ya que por esta ruta el tramo era mucho mas largo que por la ruta normal. Luego, como pecada en falta, dijo: ‘Yo nunca me preocupo demasiado de las cosas. Lo que ha de suceder, sucederá…..además voy de paseo’ -agregó como diciendo que si se le pasaba un tren no habría problema ya que no tenía prisa. Y siguió diciendo: ‘A mí con comer 'bisteck' me basta, aunque no lo como todos los días’ -dijo riendo al tiempo que añadía: ‘Vivo el día a día con alegría y sin hacerme problemas’. Yo la escuchaba atentamente ya que me había caído muy simpática por su forma de ser, y esa intempestiva conversación esperando en el andén me estaba llenando el corazón de sensaciones hermosas, de gratitud, de cariño, de admiración a una señora mayor que me hacía recordar a mi abuelita y que hasta hacía diez minutos antes ni siquiera conocía. Me alegré de estar ahí en ese instante y de coincidir con ese tierno personaje tan pleno de vida y que me inspiraba tanta ternura. ‘Tiene usted unas ideas muy filosóficas, una manera maravillosa de ver la vida y sentimientos muy hermosos’ -le dije sin contener mi admiración. ‘Es la mejor manera para vivir en paz’ -me dijo. Y en eso los altavoces anunciaron la llegada de un tren. ‘¿Es ése?’ -me preguntó. ‘Sí, creo que sí’ -le dije viendo el reloj ya que por estar hablando con ella no presté mucha atención al altavoz. Ella se paró y rápidamente empezó a despedirse muy amablemente…Llegó el tren y leí que era el nuestro. ‘Sí es’ -le dije, y ella giró rápidamente en dirección a su vagón corriendo mientras decía: ‘Ogenkide’ (Buena suerte) entre otras frases más…..Entonces, ví sorprendida que luego de correr varios metros volvió sobre sus pasos y mirándome cariñosamente me extendió las manos y tomó las mías con calidez pero con suavidad mientras me hacía la venia repetidamente…hermoso gesto al que yo también respondí emocionada…y se alejó corriendo nuevamente a subir a su vagón mientras yo hacía lo mismo en dirección opuesta.

     Ya sentada en el tren seguía evocando esa hermosa escena y la plática con la señora no se me borraba de la mente. Sin duda, una valiosa conversación y una lección de vida que me iluminó la mañana. Era la segunda vez que una persona mayor me tomaba así las manos. La primera vez fue en Osaka dentro del subterráneo, pero esa es otra historia. Creo que se va haciendo costumbre en las personas perder la formalidad en ciertas ocasiones cuando quieren expresar mucho más y lo demuestran tomando las manos… El tomar las manos en nuestros países es muy normal, sin embargo, aquí, no lo es…y en verdad se siente muy bonito al ser tomado de las manos o recibir las palmaditas en la espalda....y mucho más un abrazo. Recibir este regalo al empezar la mañana sin hacer nada por merecerlo me hizo el día. Algo más para agradecer el día de ayer. Y así, me moví entre los dos lados de la luna: el lado ensombrecido y el lado brillante. Situaciones como las que les cuento son para recordar siempre, son como energía condensada que en su momento oportuno se dispersa y nos dá fuerza para seguir en la brega. Hoy soy más feliz que ayer y menos que mañana. Este es un post del 20 de septiembre del 2010, y lo recordé hoy a inicios del 2014 porque en este día feriado o festivo por el 'Dia del adulto' lo he pasado lindísimo con mi familia japonesa o 'host family' y sus amistades. Una reunión plácida, cordial, amena, plena de sonrisas y risas, y que terminó también con despedidas con venias y tomándonos las manos. Cuántas cosas podemos cambiar en las personas y en nosotros mismos cuando somos nosotros mismos, cuando nos olvidamos de formalidades y pasimonias, cuando dejamos que el corazón se manifieste. Mi familia de corazón está feliz y yo también. Hace frio, pero quién siente frio cuando la tibieza sale del corazon a través de una sonrisa. Hablemos siempre con los abuelitos y niños que encontremos en nuestro camino. Y usted, ya sonrió hoy?

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Unmei

     ‘Y la vida transcurre con sus días de sol y sus días de lluvia, con sus cielos azules y con sus cielos grises’ voy pensando mientras camino en dirección al centro de trabajo. Es día sábado, es poco antes del mediodía, el cielo está algo nublado y hay pronóstico de lluvia leve. No llevo paraguas; hoy quiero dejar todo al destino (unmei en japonés). Estoy cerca de mi trabajo y el cielo no se ve con nubes negras si no sólo grises. He salido con suficiente tiempo como para ir despacio y saborear este sábado en el que me sumerjo, sin prisas y con calma. El verdor y las flores de los jardines de las casas vecinas -aunque no hay muchas- me hacen sentir un poco de frescura en el ambiente y me despejan la mente. Para mi suerte, casi no hay gente en la calle, no hay coches, se siente cierta paz….Nada ni nadie se me cruza en el camino. ‘En un día como hoy quisiera estar en aquel parque de tulipanes en Toyama’, pienso. Sin embargo, sé que eso no podrá ser hasta el próximo año porque la temporada ya pasó, y aunque hoy quisiera estar ahí no podrá ni podría ser; esto me confirma que nada es para siempre y que hay que valorar el hoy y el ahora y disfrutarlo al máximo. No puedo estar ahí, pero me queda el recuerdo del maravilloso día pasado en ese lugar de ensueño que parece sacado de un cuento de hadas.

     Desde antes de llegar a la entrada del extenso parque temático, una larga calle con doble hilera de ”saesakura” (o flores de cerezo rellenos) con tulipanes de diversos colores floreciendo bajo su sombra de color rosa, me hacen sentir el ambiente primaveral. Entramos, este año el lugar está de aniversario y lo percibo exquisitamente acicalado, no con joyas ni perfumes si no con la belleza natural de las flores. Sin duda alguna, está mejor que nunca. Hay mucha gente que va y viene, pero menos que el año pasado. No hay casi chinos ni coreanos. No escucho más idioma extranjero que el japonés. Debe de ser por el problema de la contaminación radiactiva. Eso permite caminar por el parque sin aglomeraciones y con menos ruido.

     Disfruto con tranquilidad y sosiego del millón de tulipanes que hay sembrados este año y que han ido floreciendo en escala. Sus hermosos colores me pintan el alma, me iluminan la mente y me aligeran el cuerpo. Me siento felíz. A veces me olvido de los amigos con quienes he ido por contemplar las diferentes especies y colores de las flores o por tomar algunas fotos. Me impregno de su energía vital, me doy un baño de color y me regocijo entre ellas. ‘Si existe un paraíso ha de ser algo parecido a esto’, pienso. Aunque luego yo misma me saco de mi error y me corrijo: el paraíso sí existe y estamos en él, nada más que no nos damos cuenta. Somos nosotros quienes nos empeñamos en convertir este paraíso en su antagónico. Es el ser humano, caprichosamente autodenominado ser superior, quien se encarga de dañar a la madre naturaleza y con ello a estos hermanos menores.
 
     Camino, veo, contemplo, siento, admiro, memorizo….Quiero guardar todo este cúmulo de sensaciones hermosas como una reserva para los días en que las fuerzas me puedan faltar…Ya se va acercando la hora del regreso, pero me falta algo. Sí, me falta visitar ese lugar que me atrae tanto: aquel lugar un poco apartado de la parte central y del bullicio del parque en el que hay árboles muy altos y donde cada año siembran algunos espacios con tulipanes y otras flores. Les pido unos minutos a mis amigos y me dirijo hacia allá. Una familia se toma fotos en ese espacio que este año está más bello que nunca o por lo menos yo así lo siento. Han puesto bancas nuevas de madera. Me gustaría sentarme y escribir, pintar o simplemente contemplar, pero no tengo suficiente tiempo. No estamos tan cerca de casa y queremos regresar de día y comiendo algo en el trayecto antes de volver. Aún así, lo hago con calma y camino por mi lugar preferido agradeciendo a Dios por todo lo que me da en este día….Mis amigos me esperan, debo ir, aunque quisiera quedarme allí horas y horas, en ese apacible lugar y bajo la sombra de esos árboles.

     Qué maravilloso es estar en comunión con Dios y la naturaleza….Y de pronto, algo me saca de mi ensimismamiento; es una voz fresca, alegre, cariñosa que me dice “Konnichiwa!”. Venía en bicicleta en sentido contrario por la calle al lado del río, lo miro, pero no lo reconozco al instante por la luz del mediodía. Baja la velocidad, le devuelvo el saludo y entonces me doy cuenta de que es Julinho, el hijo de una familia amiga al que conozco desde que tenía sólo cuatro añitos. Ahora ha de tener doce. Su padre es un compatriota, pero él ha nacido y crecido aquí y no entiende casi español. ’Doko-e-ikuno?’ (Adónde vas?)-le pregunto. ‘Tomodachi-no-ouchi-ni-ikimasu’ (Voy a casa de un amigo)-me contesta con prontitud y sonriente. Y esa sonrisa me iluminó el dia. ‘Qué hermosa es la sonrisa de los niños!’ voy pensando mientras evoco ese inesperado encuentro. Veo el río mas hermoso con margaritas silvestres que florecen como cada año entre los bloques plomizos de concreto que sirven de contención a esa parte algo honda del pequeño río. Las blancas margaritas parecen sonreír jubilosas como Julinho. Y así, llego al centro; éste sábado hay festival interno. Se ven grupos de jóvenes danzantes vestidos de yukatas, kimonos y vestimentas típicas…No puedo verlos mucho tiempo y camino con rapidez al lugar de mi destino donde me espera una reunión de trabajo y donde me reencuentro con más personas que son como aquellos árboles frondosos que ví en el parque temático, en los que sé que puedo confiar porque me lo han demostrado a través de los años.
 
     Me concentro en el trabajo y me olvido del mundo exterior, de sonrisas y de flores. Termina la reunión y se van los asistentes foráneos. Nos quedamos algunos y los llevo a la oficina en la que trabajo ahora. Nos alegramos de vernos y nos contamos nuestras cosas como si fuéramos una gran familia. La parte seria ha terminado, se “quitan la corbata” y dejan la parsimonia. Ya no son las personas circunspectas de la reunión, ahora están ahí hablando con el corazón y mostrándose como son; ahora son más humanos. Disfruto de su cálida presencia y de esos reconfortantes momentos. Siento nostalgia de los hermosos momentos que pasamos juntos hace ya varios años. Ahora estamos cada uno en su lugar, pero siento que ellos son como árboles leñosos y con raíces fuertes, son como los amigos que me gusta hacer….Los amigos casuales son como las plantas herbáceas que florecen y se marchitan, y cada cierto tiempo pueden florecer en lugares diferentes de acuerdo a los vientos o a donde sea llevado el polen por aves e insectos…Embellecen, adornan, pero todo es pasajero, fugaz….Pero eso de ningún modo les quita su valor. Creo que en tema científicos existen las casualidades, pero en otros casos nada ocurre por casualidad.

     Pienso en el destino, y recuerdo esa historia real que acabo de ver en la TV japonesa en hechos insólitos. Ocurrió en Inglaterra. Una solitaria niña inglesa escribe un mensaje, lo introduce en una botella y lo tira al mar. Un niño escocés recoge la botella y le escribe una carta a la niña. Ella lee el mensaje, pero el chico tenía seis años menos que ella. Ella tenía catorce años y él ocho y decide no enviar la carta que ya había contestado. El niño espera cada mañana a que llegue el cartero durante semanas enteras hasta que poco a poco se va olvidando de eso. Pasa el tiempo y ambos son ya mayores. Han pasado ya veinticinco años o algo más y la adolescente de ese entonces es ya profesional. Es cliente asidua de una cafetería cercana a su trabajo y allí, por cosas del destino, llega de casualidad el chico escocés. Se sienta, lee el periódico y oye la voz de la chica que habla con mucha familiaridad con el personal de la cafetería; es normal, los ve casi a diario. El escocés la mira y se siente profundamente atraído. Ella se va y él les pregunta por ella. Los empleados le dicen quien es y que asiste cada día a tomar un café. El recuerda a lo lejos el nombre, pero no está seguro. Vuelve al día siguiente y le entabla conversación. Se siente atraído por ella desde el primer día. El le cuenta que una vez recibió una carta en una botella de alguien con un nombre parecido al suyo y ella le confiesa que fue quien la lanzó al mar. El le pregunta por qué no le contestó la carta y que él esperó días y días. Ella le respondió que ella escribió la respuesta pero que no la envió porque él era aún un niño. A los pocos días, la inglesa le dio una carta en la que le contestaba la carta que recibió de niña pero que no envió. La carta que no fue enviada y que nunca llegó a su destino. Ahora están juntos porque el destino y Dios lo quisieron así….
 
Publicado el 5 Junio del 2011 en RK by Bengoshi.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Tomorrow

     Y aquí estoy en este sábado y pensando en mañana. No, no estaré como José Luis Perales y su canción ‘Que pasará mañana’, pero sí pensaré en mañana, en ese aciago día que me cambió mucho más la manera de ver, de pensar y creo que hasta de sentir. Yo veré, Dios mediante, el amanecer de mañana. Me levantaré temprano, pondré Justin TV online y gracias a la generosidad de amigos de la familia que administran una radio y una página web en la tierra que me vió nacer, quizás hasta veré a mis padres, mi familia y la gente de mi pueblo. Dónde? Al otro lado del planeta, en ese pedazo de cielo llamado: Perú. Mañana domingo podré hacer muchas cosas, podré tomar un café caliente o podré sentir este frío que cala los huesos y podré hacerlo porque estoy viva así como usted. Sin embargo, habrá otros miles que no podrán hacerlo y cuyas familias llorarán externa o internamente por un hijo, un hermano, una madre, un padre, un novio, un amigo o un vecino. Muchos otros nos uniremos a su plegaria o simplemente respetaremos su silente dolor.

     Un día como mañana la oficina se cimbreó cual barco navegando en el mar por largos minutos, y un día como mañana estuvimos con el alma en vilo durante toda la noche. Pero como dice en el perfil de mi hermanita: “Nunca una noche ha vencido al amanecer y nunca un problema ha vencido la esperanza”. Sabias y alentadoras palabras que, sin ella saberlo, me dieron mucho valor para seguir en este país y compartir con la gente que aprecio esos momentos de pavor e incertidumbre cuando miles de extranjeros abandonaron este archipiélago que hoy me acoge. Nunca sabremos a ciencia cierta si mañana estaremos o no, por eso es importante el hoy y el ahora, el vivir a plenitud este día, con sus horas, minutos y segundos que Dios con su inmenso amor nos regala. Lo que sí es seguro, es que el mañana llegará contigo o sin tí, conmigo o sin mí. El mundo seguirá dando vueltas contigo o sin tí, conmigo o sin mí. Todo lo material que hayamos hecho o acumulado con esfuerzo (o sin esfuerzo en algunos casos) se quedará aquí y otros se beneficiarán de aquello por lo que quizás arriesgaste o diste tu vida. Tratemos de hacer cosas positivas hoy, para mañana puede ser tarde. 

     Pensemos en el mañana pero sin perder la noción del presente y recordando siempre a la gente que te alegró la vida cuando más lo necesitaste. La vida o el destino te pondrá en el camino lo que alguna vez soñaste o quizás hasta lo que no soñaste, pero sin apresuramientos, aunque sí con esfuerzo y mucha paciencia, tesón y buena voluntad. Creamos en que nuestro mayor tesoro no es el legado material que nos dejen nuestros padres sino su ejemplo de trabajo, y aunque no se tuviese ese buen ejemplo, las experiencias siempre sirven. Todo sirve en esta vida: lo bueno, lo malo, absolutamente todo. Sea como sea siempre habrá un mañana y mucha gente esperando por ese mañana fresco, despejado y con las páginas en blanco o en verde en el que usted escribirá lo mejor de sí. El mañana es esperanza y lo prefiero con páginas en verde y en donde escribir con letras de colores. Algunos se dirán y cómo se puede pensar así cuando la realidad actual es tan crítica y no hay trabajo seguro o se tiene un familiar enfermo. Lo único que puedo contestar es que, ni en el peor de los casos ni en las más terribles circunstancias, nunca hay que perder la fé y el optimismo. La fé mueve montañas, sólo téngala de corazón.

     Este post lo escribí a un año del devastador Gran Terremoto de la zona Oriental de Japón, el “tsunami” y el “Desastre Nuclear de Fukushima” ocurrido hace ya mas de dos años. Aún hoy ese recuerdo vive latente en mi memoria y en mi corazón. No hay palabras para expresar el impacto, la zozobra y el pánico que se siente en esos casos. A pesar de que no fuimos parte de la zona afectada, por la noche al regresar a casa escarapelaba la piel encontrar los supermercados semi-vacíos, las lluvias ácidas que dejaban charcos verde limón en el piso, el agua del caño también saliendo de color verduzco, las noticias en la televisión del congestionamiento de aeropuertos...y sin saber que pasaría al día siguiente...En momentos como esos sólo queda confiar en Dios. Aunque el temor es siempre latente, la vida sigue en este país. Por lo menos estamos vivos y por lo menos hay que comer, aunque tengamos que comer, a veces, verduras de la zona contaminada. Ahora que escribo, me viene a la mente la llamada de un amigo sudamericano que vive en Tokio avisándome que venía a la ciudad a refugiarse a la casa de una amiga en común y de aquí se iría a otro país cercano. Se le notaba desesperado y ni aquí en esta zona se sentía seguro.
 
     Es increíble como la gente es capaz de ofrendar la vida por su país. En las calles existía un mutismo absoluto. Nadie decía nada ni comentaba nada. Es decir, nadie exteriorizaba su temor; las charlas se realizaban en grupos pequeños o en las familias. El máximo representante del gobierno era criticado por dar una emotiva información a la prensa extranjera acerca del desastre;  es decir, por ser sincero. Hoy se ven las consecuencias de la lenta evacuación de la gente de los alrededores de Fukushima: niños con cáncer a la tiroides. Los que nos quedamos aquí fuimos los que habiendo nacido fuera hemos recibido mucho de este país; quizás mucho más de lo que nuestro propio país nos ha dado. No puedo juzgar las decisiones tomadas en ese entonces por las autoridades, ya que sé que el destino juzgará a quien se tenga que juzgar. Y ese día, ese mañana llegará. contigo o sin tí, conmigo o sin mí.

sábado, 31 de agosto de 2013

A cat in the darkness = Un gato en la oscuridad

     No, no voy a hablarles de la canción de Roberto Carlos ni a cantar: “Y el gato que está triste y …”, no. Esta vez quisiera ser la voz de aquellos seres tiernos, tranquilos y cariñosos que por mala suerte del destino o por irresponsabilidad de sus dueños deambulan por techos, parques y por cualquier lugar donde se sientan seguros o a salvo (?). Esta semana que pasó me sorprendió la noticia de que se prohibía dar de comer a los gatos vagabundos o a los que conocemos como “gatos techeros”. Ya desde antes era una ley tácita e inclusive en el supermercado cercano hay un cartel que dice: “noraneko-ni-esa-wo-ataenaide-kudasai” ("No dar de comer a los gatos vagabundos, por favor"). Por las noches, cuando vuelvo a casa, veo casi siempre a una mujer que se detiene a darles de comer haciendo caso omiso a aquel cartel que los administradores del supermercado han colocado.

     Cada vez que veo un gato sin hogar -les llamaré así porque no me gusta la denominación de “gato techero”- me lleno de nostalgia porque me hace recordar a aquellos que me dieron un poco de amor hace ya una buena cantidad de años cuando llegué a una universidad japonesa con mi mochila llena de sueños a participar en un "training course". Sí, recuerdo que cerca del aparcamiento de bicicletas en uno de los edificios de la U había una gata completamente blanca, la cual por el hecho de verme todos los días en la mañana y en la tarde fue perdiendo el miedo y se me acercó. Es así que empezó esta historia. Como ella se aparecía cada vez que llegaba le hablaba y empecé a darle algunos pedacitos de pan o algo que traía en el bolso sabiendo de que la vería por ahí. Un día, ya no estaba sola, me trajo a su compañero - según yo- para presentármelo! Y así con el pasar de los días poco a poco me dí cuenta de que ya había metido la pata! Su barriga crecía y crecía, y bueno….había que seguir dándole comida. Un día desapareció y algunos días después apareció con cuatro lindos gatitos! Habían tigres amarillentos y negros. Estaban chúcaros aún, pero poco a poco se fueron acostumbrando a la gente que suele pasar por ahí.

     Como ya eran más, les compraba bolsas de comida para gatos en el supermercado y me entretenía dándoles o mirándoles comer. Estando en eso, un día ví a una profesora del mismo edificio -a quien me habían presentado con anterioridad pero con quien no había tenido casi oportunidad de charlar- que estaba dándoles de comer también. Y así empezamos a conversar sobre los gatitos y eso nos fue convirtiendo en amigas! Habían otros estudiantes más que también les daban porque a veces encontraba comida en sus platitos. Los gatitos crecían día a día y me gustaba ver como retozaban. Cada vez que podía pasaba por ahí, y así colmados de cariño iban creciendo y haciéndose “adolescentes”. Por las mañanas al llegar les decía “¡Neko-chan!” (¡Gatitos!) y salían corriendo de donde estaban. Les hablaba en japonés por temor a que no me entendieran . A veces por las noches cuando me retiraba en bicicleta se ponían en la rueda de adelante y no me dejaban avanzar! Entre todos me hacían complot! Se metían entre las ruedas y yo por temor no movía la bici y les decía: “Ikanakia..mo osoiyo..” ("Tengo que irme...ya es tarde"). Otras veces yo iba avanzando poco a poco y ellos tirados en el piso delante de la rueda, o si no me seguían y salían del campus conmigo siempre en ese afán. Aún ahora me conmuevo al recordar esa linda escena. Una vez me siguieron todos algunos subidos en la pared baja que circula el campus y otros a mi lado por la callecita oscura en la parte posterior y tuve que regresar desde la cuadra avanzada por temor a que les pase algo! Felizmente encontré a la profesora que también se retiraba y le pedí que los entretuviera. Eran tan tiernos!…y así "mis amigos gatitos" fueron creciendo. 
 
     No sé bien la razón -aunque la imagino- pero poco a poco los gatos fueron desapareciendo y sólo quedaron dos: uno tigre y una negrita. Un día el tigre apareció lesionado. Quizás alguien lo había maltratado al estar merodeando por alguna casa o quien sabe, nunca falta gente sin sentimientos. Lo llevamos a la clínica y el veterinario dijo que había que operarlo. Recuerdo cuando lo ví a través de esa caja de plástico donde lo metieron; estaba echado pero con los ojos abiertos. Me miraba con ojos tristes, sólo le faltaba hablar…Con mucha pena le dije: “Ganbatte ne!” (¡Animo!). “Bye bye, neko-chan”…Esa fue la última vez que lo ví. No resistió la operación. Me sentí impotente y muy triste de no haber podido hacer nada por salvarlo.

     Pasado ese triste episodio le dediqué mi tiempo y cariño a la negrita. Siempre estaba por ahí cerca en los compartimentos que había en unos almacenes o a veces se subía a un árbol grande que hay en el centro del parquecito interior. No sé cómo se daba cuenta de que llegaba, pero no había mañana sin que saliera a saludarme. Parecía que conocía el ruido de la bicicleta; despues de todo me había visto desde que abrió los ojitos o desde que “tenía uso de razón”. Pasó el tiempo y un día apareció con su "novio", y bueno ya se imaginarán el resto. A los pocos meses desapareció y de pronto apareció un día bastante delgada y demacrada. Le pregunté: "Kodomo-wa-doko-ni-iru-no?" (“Dónde están tus hijos?”, y ella como si entendiera se dirigió a la parte posterior del aparcamiento debajo de un árbol donde había un lugar calientito y me mostró a sus tres lindos gatitos!.

     Otra vez la profesora y yo estábamos contentas de tener gatitos, y también habían otros estudiantes de Bangladesh que le hicieron una jaulita dentro del aparcamiento. La gatita mamá era muy cariñosa y estaba acostumbrada a la gente, pero no a todos. Yo ví la jaula colgada y me pareció buena idea. La gatita no había entrado con los que la construyeron, pero cuando la subí, se echo allí con sus gatitos. Creo que eso fue lo peor que hice y aún ahora me arrepiento. Era día viernes y ya nosotros no vendríamos hasta el lunes. Le dejamos comida en su platito y nos retiramos con la profesora. El día lunes llegué como siempe y la gatita no estaba! Sólo estaban sus tres gatitos tigres. Pensé que estaba por ahí cerca, la llamé y no respondió. Subí a la oficina que se encontraba en el tercer piso, luego bajé varias veces a ver si llegaba y nada. Busqué un gotero para darle leche a los gatitos mientras ella volvía pero nada. No volvió en todo el día. ‘Si dejo aquí a los gatitos se los comerán los cuervos o morirán de frío’ -pensé. Decidí llevármelos a mi apartamento a escondidas porque donde vivo están prohibidas las mascotas. Los puse en una cajita, los abrigué y los traje. Al día siguiente los llevé de regreso con la esperanza de que su mamá esté esperando pero nada. La gatita definitivamente había desaparecido! Tres días repetí lo mismo. El día jueves las secretarias me dijeron que uno de los proveedores se quería hacer cargo de los gatitos. Me sentí impotente de no poder hacer nada por ellos. Si estuviera en mi país, pensaba….No me quedó más remedio que aceptar pensando en que era por el bien de ellos. Aquella tarde derramé tantas lágrimas, les pedí perdón por no poder hacerme cargo de ellos. Realmente fue uno de los momentos más tristes de mi estancia en tierras japonesas. Yo había recibido tanto de su madre -y de sus tíos- y no podía darles nada. Llegó el proveedor y las secretarias se encargaron de dárselos….Estuve ahí parada viendo como tres pedacitos de mi corazón se iban y yo sin poder hacer nada. Desde ese momento decidí no dar comida a ningun gatito porque sé que si lo hago me encariñaré con él y luego volveré a sentir ese mismo dolor que sentí aquel día.
 
     Ya no les doy comida pero creo que el prohibir a las personas que les den de comer no es la solución. Es más maldad echarlos a la calle en forma irresponsable y a esas personas son a las que les deberían poner una cuantiosa multa por esa acción sin sentimientos. Los animalitos no tienen la culpa. Ellos dependen de nosotros; en lugar de prohibir que les den comida deberían crearse centros para gatos sin hogar donde puedan vivir y así no reproducirse sin control en las calles. Si hubiese un zoológico tipo parque temático sólo de gatos sin hogar creo que sería hermoso. Hasta yo pagaría por ir a verlos. Aunque me gustaría más que quienes tengan una casa con espacio suficiente adopten aunque sea uno. Cuando esté en mi país sí podré adoptar a todos los que se me aparezcan en el camino: gatos, perros, pájaros, peces...! Finalmente, esos seres hermosos que se cruzaron en mi vida me dejaron el más maravilloso de los regalos: una linda amistad con la profesora y su familia que perdura hasta hoy a pesar de que ella ya no vive aquí.
 
     Gracias Dios porque por medio de estos dulces mininos me alegraste los días en las épocas de desvelos y sacrificios en pos de lograr mis sueños y metas en estas tierras del sol naciente. Este fue uno de mis primeros posts en mis inicios como "blogger" y a través del cual logré ponerme en contacto con gente linda que me enriqueció muchísimo y con quienes pasé momentos inolvidables. Los recuerdo con mucho afecto y consideración especial y hasta el día de hoy conservo esa amistad como el más preciado de los tesoros a pesar de no vernos. Gracias por ser y estar. Hoy termino este día sabado con la alegría de saber que a pesar de que los años nos dejen una montaña de anécdotas y experiencias, nunca debemos perder nuestra esencia ni los valores adquiridos y mucho menos dejar de ser agradecidos.