viernes, 26 de julio de 2013

Everyday is different! = Cada dia es diferente!.

     Cada día es un día diferente. No hay ninguno que se le parezca al otro. Por más que digamos que seguimos la misma rutina pienso que no es así. Quizás la rutina sea dormir, despertar, bañarse, tomar el desayuno, trabajar, dormir y así sucesivamente. Pero si nos damos cuenta y analizamos un poquito, por más rutinaria que sea, cada día ocurren casos y eventos que nos lo hacen diferente, o si nada o nadie nos lo hace diferente somos nosotros mismos quienes le ponemos la diferencia. ¿Y a qué viene todo esto? Pues bien, sin querer ser repetitiva ni ególatra ni egocéntrica o como se le llame a eso, quiero compartir con ustedes lo que pasó en estos dos miércoles pasados (que en realidad es una continuación del post anterior). ¿Se acuerdan de la señora ya mayor que hace la limpieza del edificio? Sí, sí, aquella señora a quien le dí un pequeño recuerdo de mi país y que se emocionó tanto que se le asomaron gotitas de alegría en esos ojitos rasgados.

     El miércoles de la semana pasada, al llegar al trabajo, ella estaba como siempre al lado del pasillo haciendo sus quehaceres. Como soy un poco "shy", traté de pasar desapercibida -conociendo las costumbres japonesas intuía lo que pasaría a continuación- pero no lo logré. Ella, al escuchar pasos, levantó la cabeza y me saludó muy afablemente, y repetidamente me hacía la venia en señal de agradecimiento por el presente. Sonriendo le dije que no tenía nada que agradecer y desaparecí rápidamente en el ascensor. Sin embargo, era el dia señalado para que entren a las oficinas, así que al poco rato apareció en la puerta. Como estaba yo sola se acercó y nuevamente se repitió la misma escena. Me contó que apenas llegó a su casa llamó por teléfono a su hija para decirle que había recibido un regalo de mi país, y que ella vino inmediatamente trayéndole algo de metal para que ponga el platito bronceado (con imán en la parte posterior). Lo pusieron allí, pero su hija le dijo que estaba muy bonito para solo pegarlo y decidieron que era mejor ponerlo en algo que lo resguarde del polvo. 

     Es así que ella fue a una tienda que hay cerca de aquí -imagino que su casa ha de estar en este barrio- y vio un marco o "frame" circular que le gustó y pensó en traer el platito para ver si cabía en él. Así lo hizo al dia siguiente pero cuando llegó a comprarlo ya no estaba. Lo habían vendido. Me contó que le habían dicho que para fin de mes quizás les traerían otros más. Le dije que “muchas gracias” por valorar tanto un pequeño recuerdo y ella, con esa ternura tan propia de las personas mayores, me dijo que ese regalo había venido de tan lejos y que nunca se hubiese imaginado que podría recibir algo de allá y que por eso para ella era como un tesoro. Luego añadió que ella había nacido después de la guerra y que por eso no había recibido una buena educación como intentando disculparse por algo. Le dije que ella había nacido en una época crítica y difícil, y que probablemente no tenía una excelente educación pero tenía algo muchísimo mejor: un gran corazón y una dulzura inmensa. Se le salieron las lágrimas y me dijo: “Kyou made ikite yokatta!” (Qué bueno que viví hasta hoy (para recibir esta alegría!)). Como pude contuve las lágrimas que pugnaban por brotarme y trataba de controlar la situación con palabras que la hicieran sonreír. No sé como lo logré. Entonces, recordé que tenía unos posavasos pintados a mano y le dije que ya que tanto le había agradado mi recuerdito anterior se los regalaba para que los use a diario. Ella los recibió con una amplia sonrisa diciendo: “¡Oh! ¡Ahora le debo más aún!”. Le dije que no se preocupara ya que el mejor regalo que podría recibir era esa hermosa sonrisa, y que se acuerde de esas sabias palabras: ‘ichigoichie’ (一期一会). “¡Es cierto! ¡Esto es algo único e irrepetible!”-agregó. En eso entró un colega y la dulce señora con corazón de oro se despidió y se marchó raudamente a continuar con sus labores.
 
      Pero ahí no terminó todo. Ayer miércoles me dirigía como todos los días a la oficina cuando me vio. Me saludó con ese saludo tan cordial -que quizás algun día extrañaré- y me dijo: “Chotto matte kudasai" (Espere un momento, por favor). Vi que se dirigió a su casillero y al minuto salió trayendo algo en las manos. Lo abrió y era el platito de bronce ya puesto en un marco circular de cuero negro. ¡Qué lindo se veía! Pero lo más conmovedor fue que me lo mostraba como si me mostrase el más preciado de los diamantes. “¡Qué bien ha quedado!” -le dije sonriendo. “Sí, ¿verdad?”-me respondió con cara de auténtica felicidad. “Los de la tienda me lo trajeron de su otra sucursal!”-agregó. Estaba feliz enseñándomelo. Sentí algo tan bello en el corazón, algo tan sublime, tan sagrado, tan puro….algo que no puedo definir con palabras. Sentí ganas de salir y hacer muchas cosas buenas, de trabajar mejor, de ponerle más ganas a todo lo que hago….Agradeciéndole por mostrármelo me retiré profundamente emocionada.
    
     Al poco rato tuve que bajar de nuevo al primer piso y en el trayecto se me ocurrió algo. “Le tomaré una foto”-pensé. Ese rostro curtido por los años no sé hasta cuando lo veré y quería tener un lindo recuerdo. Como tenía mi celular a la mano la busqué y para mi buena suerte la encontré ya a punto de marcharse. “¿Me podría mostrar nuevamente el cuadrito?”-le pregunté. “¡Claro que sí!”-respondió con júbilo. Y nuevamente lo sacó de su casillero comentándome de que su familia también estaba contentísima con el “souvenir”, y que inclusive su hijo que es pintor se había dado cuenta de que efectivamente los posavasos que le di después no eran hechos en fábrica si no que eran hechos a mano, y que aunque le di dos, no eran iguales, ya que las flores eran un poquito diferentes. A leguas se notaba -por el análisis concienzudo de los posavasos- de que su hijo sí era pintor. ¡Se habían fijado en todos los detalles! Luego me dijo que ella estaba buscando algo que regalarme y que había pensado en unas muñequitas de bambú que es lo típico de esta zona. Le agradecí por la intención, pero le dije que no se preocupase, que para mí el mejor de los regalos del mundo era ¡esa maravillosa sonrisa! Y para no olvidarla nunca le pedí tomarle una foto y aceptó gustosísima añadiendo que su nieta ya le había tomado también.

     Y así esa laboriosa y tierna señora, sin saberlo, me alegró la mañana. ¡Todo el día anduve con una sonrisa! Me hizo creer que nosotros podemos hacer que los días sean cada vez mejores. Que si no hacemos mal a nadie Dios nos regala estos hermosos momentos. Que nadie es mejor ni más importante que nadie. Que no importa el tamaño ni el precio de lo que demos ya que lo importante es dar con amor. Que, por ley general, si damos con amor recibiremos con amor o que si damos amor nos devolverán amor. Y cuando algo nos afecte la salud o si alguien nos quiere hacer algun daño o si las cosas no marchan bien, esos bellos momentos y esos rostros de las personas que nos demuestran cariño desinteresado son nuestra medicina más dulce, potente y eficaz; nuestra fortaleza más indestructible e invulnerable cuando los vientos arrecian, nuestro paraguas más amplio en un día de copiosa lluvia; nuestro árbol más frondoso que nos protege del ardiente sol en el verano; nuestra morada más cálida que nos cobija durante el invierno frío....o aquellos brazos cálidos y amorosos de nuestra santa madre……

     Gracias Señor por tu amor reflejado en las personas que día a día encuentro en mi camino. Gracias por hacerme sentir tu presencia en las personas bondadosas como esta dulce trabajadora. Gracias por dirigir mi vida y mis pasos. ¡Que tengan un día diferente!


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